En el siglo XIX apareció en la Nueva Granada un personaje único que vistió arreos de general, de diplomático, de hacendado, de iconoclasta en su natal Popayán. Con la naturalidad con que respiraba los aires de Coconuco, una de sus haciendas en el Gran Cauca, se paseaba con su amante ostentosamente en el Central Park de Nueva York o, sigilosamente, por las recámaras del Palacio Presidencial; visitaba a su prima emperatriz de Francia, Eugenia, o decidía cuándo llegaba la hora de ser nuevamente el presidente de la Nueva Granada: ese fue el gran general Tomás Cipriano de Mosquera, una de las figuras más importantes del acontecer político colombiano que estableció los cimientos de la nación que surgía con dificultades de las guerras de Independencia del Imperio Español.