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El tiempo del lenguaje

Livre numérique


5:22 a. m. El hombre abre los ojos por primera vez en el día. Estoy arrinconado en la cama. Acalambrado, reconozco los espacios que se abren entre la oscuridad. Su cama, otrora fortín individual y terreno infranqueable, está habitada ahora por dos seres más. El hombre dividido, múltiple. 5:24 a. m. El hombre se acurruca un poco para desentumir sus miembros. El hombre renuncia a su comodidad, ya no cree en dioses de los transitorios ni de los eternos. El hombre no es ateo. No creo en la religión que predica el éxito. Resalto la espiritualidad del fracaso, de la persistencia, del esfuerzo. Me interesa una educación que resalte a los fracasados, a los raros, a los particulares. El hombre aboga por los que permanecen en pie ante las dificultades. Y los que se arrodillan, ellos están muy bien con los predicadores.

5:27 a. m. El hombre piensa en la educación. Estanislao Zuleta sostenía que la educación es un ejercicio democrático, no de mayorías. La educación brinda y garantiza la voz de las minorías; es un susurro divergente, de empoderamiento del ser humano que se posiciona frente a la adversidad y lo corriente. La educación guía el alma a la seducción de lo libre y lo profano, de lo anormal, de lo inesperado. El hombre es profesor. Yo soy profesor. Zuleta era todo y no estudió nada. Yo soy nada y he estudiado todo. Trato de enseñar. 5:30 a. m. Suena la alarma. Doy un manotazo. El hombre por fin está plenamente despierto. Soy libre del sueño, esclavo ahora de las obligaciones del día.

5:32 a. m. Respiro. 5:35 a. m. El hombre socializa. Los otros seres de la cama me dan buenos días. Uno me da un beso, el otro me muerde y ronronea.