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Como errante que no quiere nada

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Convencido de que dentro de esa enorme —y muchas veces indomable— bestia llamada memoria, en algĂșn hĂșmedo rincĂłn, se halla todavĂ­a encendido el instante en el que el errante protagonista de estos poemas iniciĂł su deriva por los campos del tiempo, decide ir en su bĂșsqueda. Las palabras surgirĂĄn como herramientas Ăștiles para remover los pliegues donde se ocultan, reunidos desde hace tanto, recuerdos familiares, experiencias personales, deseos y pĂ©rdidas. Pero ellas, por supuesto, no le servirĂĄn tan solo para eso.

TambiĂ©n serĂĄn capaces de retratar, de registrar, cada uno de esos reencuentros. Sean estos felices o no: "Mi refugio es la poesĂ­a, / con o sin espada/ siempre afilo el lĂĄpiz". AsĂ­ pues, Como errante que no quiere nada, es el registro de ese trayecto interior. La historia descrita no solo es la de una personalidad en formaciĂłn, sino ademĂĄs la de un individuo que se descubre como poeta. Con la intensidad de estas experiencias Ă­ntimas su creatividad serĂĄ estimulada. Del mismo modo como le ocurre con aquello que lo rodea: "La belleza para mĂ­ fue incluir lo profundo de la vida,/ las cosas simples, complejas, parecidas al laberinto". El esfuerzo llevado a cabo en la realizaciĂłn de estos actos —el hurgar en su memoria, el reaccionar ante el mundo— serĂĄ similar al que utilizarĂĄ para la escritura. Y es que serĂĄn actividades equivalentes, pues siempre le permitirĂĄn reconocerse, reconstruirse, despuĂ©s de cada desasosiego: "Desde que perdĂ­ sus ojos/ solamente rĂ­o por la sencilla razĂłn/de que abatano el aire,/ tomo hiel y dan ganas de escribir".