Si por su título el presente libro denota estar en sintonía total con la actual coyuntura -y claro que lo está, como veremos-, por la cuestión que trata, y por su tratamiento analítico podemos remontar la línea de investigación en que se enmarca hasta los primeros ejemplos de un esfuerzo metódico por representar los niveles de pobreza tal y como se distribuían a lo largo y ancho del territorio, y la posibilidad consiguiente de relacionarlos con el comportamiento de otros indicadores. En efecto, a raíz de la elaboración del primer mapa de pobreza absoluta (DANE, PNUD e IGAC, 1988) es que se abre la posibilidad de hacer correlaciones y representaciones cartográficas entre el indicador-síntesis necesidades básicas insatisfechas (NBI), y los hechos de violencia que para entonces registraban un incremento considerable.
Uno de los subproductos de aquel trabajo pionero fue el libro publicado por el PNUD, Pobreza, violencia y desigualdad: retos para la nueva Colombia (1991), y desde entonces Camilo Echandía, sus alumnos y alumnas, y los compañeros de equipo en los proyectos que desarrolla, como en este caso Irene Cabrera, vienen acumulando experiencia, perseverando y perfeccionando el registro, la medición y la representación de los hechos de violencia, sus protagonistas y sus víctimas, con el fin de extraer el mayor dividendo analítico posible. Y se puede rastrear su evolución desde entonces, en un esfuerzo que ha de demostrar todo su valor en el contexto presente. Considero, por ejemplo, que este trabajo ha de ser un insumo clave para lo que se denomina ya "paz territorial".
Los estudiantes, nacionales o extranjeros, en particular aquellos en trance de hacer su tesis doctoral, y por ende obligados al recuento exhaustivo de lo que existe publicado sobre el tema que han escogido, comprueban la cantidad y calidad de los trabajos sobre nuestro país, el crecimiento exponencial de la literatura especializada sobre los asuntos más significativos, y, en particular, que no hay inhibiciones ni autocensuras acerca de los más virulentos. Y esa cualificación se puede constatar si echamos una mirada a los consabidos balances que los diversos intentos de negociación suelen suscitar.