Hay silencios incĂłmodos, silencios necesarios y silencios atronadores. Silencios con gusto a verdad, silencios que mienten, silencios que duelen y silencios que cobijan.
Silencios que maltratan, silencios que anulan, y hay silencios que esconden historias. Que entierran vivencias, que ocultan la bronca, la angustia, la vergĂŒenza, el dolor y el miedo. Silencios que, con el tiempo, se graban en el cuerpo. Este es el silencio que se hace sĂntoma.
EstĂĄn las personas que, en la bĂșsqueda de no recordar lo sucedido, callan por elecciĂłn: "Si no hablo, no recuerdo. Si no recuerdo, no existiĂł". Y estĂĄn las que no lo eligen, pero callan igual. Porque no saben cĂłmo, ni quĂ©, ni a quiĂ©n, ni cuĂĄndo hablar. La mente se nubla, no se encuentran las palabras, y el vacĂo aflora.
Lo guardado pide ser escuchado. Tiene que salir. Como sea, pero tiene que salir.
Terapia a martillazos,el primer libro del consultor psicolĂłgico Facuendo Olivares, hace de la palabra escrita y hablada un mecanismo de supervivencia y sostiene el poder reparador de hablar porque nos vincula, nos recuerda que no estamos solos ni somos los Ășnicos que guardamos mutismos en el sĂłtano, nos permite descargarnos y nos descomprime.
Por esto, Terapia a martillazos, porque en terapia el silencio encuentra el deseo de hablar, y es hablando como hallamos el alivio. Hablar sana.