El punto de partida de este libro es un árbol misterioso, el drago canario representado en el conocido Jardín de las Delicias de El Bosco. A partir de esa imagen y mediante una serie de estudios de caso, desvela las rutas por las cuales las primeras imágenes de Canarias llegaron a tierras tan distantes como los Países Bajos, Alemania y la Nueva España; y cómo, en dirección contraria, imágenes y objetos fabricados en el Nuevo Mundo llegaron a las islas y aún forman parte de su acervo cultural.
Explica, así, el rol de las Canarias en la movilización intercontinental de imágenes en el mundo atlántico de la primera fase de la época moderna. Por un lado, las islas fueron una primera parada obligatoria para los viajeros europeos de camino a América, y proporcionaban una plantilla mental previa para comprender el Nuevo Mundo, una suerte de etapa introductoria. Por otro, la devoción de los emigrantes canarios a su tierra retroalimenta un circuito que mantiene interconectadas las islas con la América ultramarina.