La obra poética de Carlos Cociña es un acontecimiento de escritura en donde la palabra ya no es una ensoñación onírica o una potencialidad lirica condicionada por la imaginación material para evidenciar la simetría del mundo a partir de la total unidad, armonía o identidad entre hombre, la materia y la naturaleza. Escribo con el televisor encendido, dijo Carlos Cociña en una antigua entrevista, y no era ninguna metáfora, pues por entonces el poeta solía sentarse a escribir dispuesto a convertirse en el receptor distraído del que hablaba Walter Benjamin: sometido a imágenes y a sonidos incontrolables, el poeta-televidente recogía un eco y lo trabajaba, sin demorarse en concesiones a los protocolos del arte. No sé si Cociña se vale, todavía, del mismo método, pero sus experimentos en poesíacero.cl se condicen con el afán de búsqueda constante –dentro o fuera de la página– que ha animado su obra. A modo de ejemplo, en A veces cubierto por las aguas, los poemas son presentados en orden aleatorio: el lector pulsa "otro" y el sistema lo lleva, siempre, en cada sesión de lectura, a un texto diferente. El efecto no es, desde luego, gratuito o, como se dice, lúdico. Por el contrario: los fragmentos parecen requerir ese grado de incertidumbre.