Un cassette virgen produce la misma sensación que una libreta en blanco o un cuaderno nuevo: sabemos que allí se grabará la voz de su poseedor. En efecto, encontramos en estos relatos autobiográficos temas, tonos, variaciones de la voz literaria de Edgardo Scott. Está la mirada sobre el conurbano de Buenos Aires, la geografía cambiante de las periferias; están los bocetos de amistades y amores que trazan sus historias en medio de los cambios de vida del protagonista; están los eventos que van siendo hitos en un camino, sucesos y personajes, formas fugaces que parecen hechas para desvanecerse en el instante y que pueden perdurar en la memoria para siempre. Está la fascinación por objetos puntuales, como los patios internos, prismas que echan una luz cambiante sobre el propio sujeto. Están restos de la música con la que el autor creció y que hasta el presente sigue resonando. Scott habla sobre música, sensaciones que se escapan y que también consiguen una asombrosa supervivencia. Está el acceso al conocimiento enciclopédico (que aportan atlas, diccionarios, manuales) sobre otras tierras, otros tiempos, otras lenguas; acercamientos y distancias, territorios propios y extranjerías. En este libro se inscribe la voz de Scott, se ensaya, se reescribe, se vuelve a grabar. Quien nos ofrece un cassette virgen nos invita también a que demos lugar a nuestra propia voz. Sus relatos no sólo nos convencen de la verdad del autor sino que también parecen entregarnos una llave que nos abre la puerta de nuestras propias evocaciones, como luces que se encienden en una calle oscura. O como faros que nos proponen seguir como podamos, con la extraña lucidez y ceguera del que va en la noche siempre "insomne y hacia adelante".
Eduardo Muslip