La disolución de la familia y la sociedad como espacios de contención se expresa en el desamparado grito de estos cuatro narradores: Federico, un joven estudiante que busca torpemente su lugar en el mundo; Horacio, un ex revolucionario sumido en la melancolía del "podría haber sido"; Peter, un gay dominado por su sádica pareja; y Clara, una escultora enferma de leucemia. El devastado presente en el que viven se ve sin complacencias pero no sin optimismo: el humor de esta novela les devuelve a esas vidas la ternura que precisan para reconstituirse; y la memoria y el amor despuntan para hacerlos renacer. Por eso, en el cielo de El grito, tras su rojo de sangre, yace la eterna metáfora del amanecer después de la tormenta. Una novela que nos expulsa de todo lugar común y le devuelve a la literatura latinoamericana una condición esencial: la de relato fundacional.