El derecho y la historia han tenido una relación intensa, pero conflictiva.
Desde el derecho, la historia ha sido enmarcada en una suerte de linealidad
normativa que prescinde de la panoplia de problemas que se pueden estudiar
históricamente. Desde la historia, el estudio del derecho ha sido presuntuoso
queriendo abordarlo, sin entenderlo, sin conocer sus meandros, sus líneas de
corte e incluso tropezando las más de las veces con problemas conceptuales.
Tanto el uno como el otro deben saberse mirar, respetarse y no colonizarse. Es
la única forma de hacer trabajos conjuntos.
Esta interacción no debe plantearse como un imperativo epistemológico.
Por el contrario, en algunos casos la historia debe hacer su trabajo y el derecho
debe continuar haciendo el suyo. En otros escenarios, como los que plantea esta
obra colectiva, el trabajo conjunto es útil y necesario para lograr una clarificación
de nuestro presente jurídico, permitiendo abordar su historia a través de
posturas metodológicas que son traídas del saber histórico y, en algunos casos,
del saber jurídico.