Al final del camino comercial siempre hay una caja con un producto, es el resultado de todo un conjunto de personas que lo han hecho posible. Es, en definitiva, el final de todo un plan financiero y de marketing. Y para que eso sea posible hace falta un buen maquinista capaz de conducir un tren con vagones. Cada uno de ellos representa y sostiene una bonita carga; objetivos, estrategias, planes de venta… Sin el conductor, no se conseguirá que esa caja maravillosa, por lo que significa, llegue a la estación deseada: el cliente final. He aprendido a ser ese maquinista durante mi larga vida comercial en casi cincuenta años.