La integración regional está en crisis en el mundo: no solo en Europa sino también en América Latina. No se trata de una crisis novedosa sino de una tensión constante que atraviesa a los gobiernos y a sus sociedades entre el deseo de la unión sudamericana como estrategia geopolítica para ganar autonomía respecto a los poderes hegemónicos y el rechazo a ceder soberanía de carácter vinculante que restrinja los cada vez más acortados márgenes de maniobra en un mundo globalizado. No obstante ello, la integración latinoamericana, como bien se refleja en el análisis de las distintas políticas del Mercosur desde sus orígenes hasta nuestros días, presenta una novedad respecto a otros esquemas de integración: su poderosa capacidad de sumar, a la discusión regional, nuevos actores no gubernamentales que han llevado y siguen llevando adelante una agenda de inclusión y de ampliación de derechos, lo que posiciona a la región en una visión alternativa y muchas veces contrahegemónica de gobernanza global.