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Los gatos no comen con tenedor

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Me parece oĂ­r un rumor lejano, y noto cĂłmo se me eriza el vello de los brazos debajo de la chaqueta. Efectivamente, alguien se acerca. El estĂłmago se me encoge cuando imagino a la bestia avanzando hacia mi ĂĄrbol. HabrĂĄ descubierto que no estoy en casa, ha abandonado a la seĂąora gorda y a su marido, y ha seguido mi rastro hasta aquĂ­. Es solo una cuestiĂłn de tiempo. Cuento los segundos en silencio. Los pasos se acercan mĂĄs y mĂĄs. Ha llegado al pie del ĂĄrbol y ahora estĂĄ subiendo la escalera. Me encojo tanto como puedo, tapĂĄndome la cabeza con los brazos, para intentar detener el primer ataque. No puedo hacer nada mĂĄs. Solo esperar.