Haz un alto, peregrino. Comparte mi lumbre, que es de humilde encina y no de roble. En ella no te ha de faltar un generoso vaso de vino ni tajada con que taparlo. Y entre vianda y vianda, si vienes presto a escuchar, te hablarĂ© de tiempos pasados, de jamelgos y mantas, de romerĂas, sangre y oro, de una Ă©poca en que la palabra de un hombre valĂa el doble que su propia vida. AprenderĂĄs... que puede dios coser dos almas a un mismo destino, que puede la nobleza empujar a la desdicha, al dolor y a la soledad del monte. Te contarĂ© la historia del bandolero y el soldado, de la zĂngara y el tratante de caballos, te contarĂ© una historia... de sangre y duende.