Grant Harris estaba acostumbrado a resolver situaciones de emergencia, pero cuando aceptó dirigir temporalmente la guardería de su hermana, se dio cuenta de que aquello era más difícil de lo que hubiera podido imaginarse. Pero tener que cuidar de un puñado de críos revoltosos no era el problema; era Susan Spencer, una de las madres, quien lo estaba volviendo loco.
Grant se había enamorado de ella, pero Susan no confiaba en él ni en ningún otro hombre. Nada de lo que Grant hiciera estaba bien, ni sus ingeniosos planes para entretener a los niños ni su cariñosa actitud hacia su hijo Jamie. Y si no lograba convencerla de su talento como padre, ¿cómo iba a persuadirla de que podía ser un buen marido?