Tal vez sí, tal vez no narra múltiples anécdotas de la vida de la Nona y así configura una suerte de collage que da forma a la personalidad de esta vigorosa mujer. La Nona es hija de inmigrantes italianos y desde pequeña ha sido grande en tamaño y vitalidad. Podríamos decir que más que construir su vida, arrasa con lo que encuentra por delante para obtener el objetivo que se plantea: un marido, un negocio –como la boutique que instaló en su casa tras el divorcio de su primer marido–, un viaje exótico, averiguar los secretos de los vecinos, la guerra con su nuera o la obsesión epistolar con un abogado desconocido a quien escribe a diario, sin que este tenga noción de quién lo acosa con las extrañas cartas, entre otros. Nada detiene a la Nona y poco le preocupan los sentimientos de los demás, ella solo toma lo que quiere y por el rato que quiere, ya que pronto se aburre de cada nuevo foco de interés.
Con este actuar, las víctimas que van quedando en el camino no son pocas. De ahí que cuando la Nona es encontrada muerta en su departamento, tal vez por envenenamiento, se plantee un posible asesinato y muchos candidatos aparezcan como posibles criminales: Tal vez fue la vecina, presidenta del edificio, con quien competía; o el verdulero italiano, que llegó al borde de la locura con los intentos de la Nona por hablarle en su lengua natal (idioma que la Nona desconocía, obviamente), o el cajero del banco que debió soportarla mes a mes con todas sus preguntas, quejas y situaciones absurdas cuando iba por su montepío; o su propio hermano, harto de soportar su indolencia frente a las dificultades de su vida y su frialdad.
Con un humor punzante, el narrador hace reír con cada escena de la vida de la Nona en la que reconocemos a tantos personajes femeninos arquetípicos: la vieja metiche, la suegra insoportable, la dirigenta del comité de administración del edificio, etc.