Posiblemente, nunca habĂa sido tan difĂcil creer en Dios como ahora. La mayor parte de las personas viven como si Dios no existiera y entre ellas podemos incluir a muchos de los que se definen como creyentes.
Las razones de esta actitud tienen mucho que ver con la forma que tenemos de entender a Dios y como, a partir de esta comprensiĂłn siempre imperfecta, intentamos dar respuesta a las preguntas que llevamos siglos planteando: ÂżQuĂ© espera Dios de nosotros? ÂżPor quĂ© nunca parece estar cuando se le necesita? ÂżPor quĂ© permite el mal? Y como suele pasar, cuando pensamos sobre Dios, inevitablemente acabamos preguntĂĄndonos tambiĂ©n quĂ© es el ser humano y el sentido de su existencia, si es realmente libre o si vive condicionado por la biologĂa o por una instintiva tendencia al egoĂsmo y al mal.
Lo que hallarĂĄ el lector en estas pĂĄginas es una invitaciĂłn a atreverse a buscar sus propias respuestas y a entender que, pese a las ausencias y a los silencios de Dios, es un error eliminarlo de nuestra ecuaciĂłn vital. Si creemos que es plausible que exista un Dios creador y que nuestra existencia tiene algĂșn sentido que Ăl conoce, no deja de ser una necedad por nuestra parte no tomĂĄrnoslo en serio.