«Se diría que hay personas destinadas desde su nacimiento a que les sucedan toda clase de sucesos extraordinarios», Un héroe de nuestro tiempo.
A Lérmontov se le consideró un romántico, «el poeta del Cáucaso»; es sin duda el autor de la primera obra moderna de la narrativa rusa, Un héroe de nuestro tiempo (1840); y, si no hubiera muerto a los 27 años en un duelo, dicen los críticos que «lo tenía todo para convertirse en un gran realista». En el año del bicentenario de su nacimiento, este volumen reúne su espléndida novela sobre un héroe byroniano, «un retrato compuesto con los vicios de toda nuestra generación», y una antología representativa de su obra poética, en la que destaca precisamente, y paradójicamente, un poema cuyo primer verso dice: «No, no soy Byron».
Víctor Gallego Ballestero, su traductor y seleccionador, señala que tanto en la prosa como en la poesía de Lérmontov no hay esperanza en la compañía humana, ni en la comprensión ni en el amor; sus únicos remansos de paz son la contemplación de la naturaleza −ese Caúcaso grandioso y solitario− o el turbio «placer de atormentar a otro». El poeta siempre estuvo «en lucha constante contra alguien», siempre buscó «ofensas o simples pretextos para atacar o aleccionar a sus contemporáneos»: de ahí probablemente que, después de varios duelos, acabara muriendo en uno. Hay en la obra de Lérmontov una intensidad, un desencanto de lo humano, una visión desamparada de lo heroico y romántico cuya complejidad ha crecido con el paso del tiempo.