Quizás no tenga la magia suficiente como para que me tomen en cuenta, quizás no esté a la moda, quizás no es lo que busca el lector.
Es algo que tendría que haberlo averiguado antes, pero no escribo para que me lean si no para que me escuchen. Casi no leo, sólo la Biblia una vez, pero la entendí antes de terminar y la dejé sobre la mesa de luz. La tomó sólo para calmar mis penas y quién no!!!
Como leo poco conozco poco de los autores y no he podido imitarlos, si tengo un estilo marcado es el que me dicta mi conciencia, todo lo que mi mente cree que es necesario sacar afuera. Hay veces que viaja en mi cabeza una idea fantástica, la construyo, la ordeno, pero millones de veces la asesino antes de escribir una palabra.
Es mi autocrítica la que las mata, porque me critico continuamente y soy un asesino de mis palabras. Eso es falta de confianza o falta de lectura, creo yo. Me quedé en la época donde se le escribe al amor, a la esperanza, porque quizás sea lo más fácil. El amor te dicta cada palabra, la esperanza te lleva a hacerlo y también sé que por no haber leído me perdí adornar mis poesías, por no haberlo hecho no encontré la realidad y no aprendí cómo llegar a ustedes.
Por eso mismo me tomé el atrevimiento de dejar estas palabras por el simple hecho de que me juzguen así, desarmado, totalmente a merced de sus bondades o verdades, quién sabe, a veces dolorosas pero qué pista de despegue para mejores cosas.
Si en verdad le gustó, pídanme uno más. Si no fue así, volveré a intentarlo en el próximo.