Cuando descubrí que en alemán Bach significa Arroyo se me hizo imposible desligar mi idea sobre la música de la de esta molécula caprichosa que hace posible la vida sobre la Tierra: el agua. De otro lado, si algo define al tiempo incluso mejor que el movimiento, es la música. Así que agua, tiempo y música se presentaron ante mi puerta de la ciencia para que jugara a las ecuaciones de la poesía. No es que lo haya comprendido así, pero la palabra quiso concertar, conversar con la música del computador, o del Smart TV, o del celular –cuyos circuitos ingenuos insisten en ser inteligentes–. Estos poemas, literalmente, impunemente, brotaron escuchando YouTube. Como agua subterránea tanteando alguna cuenca, como lluvia escondidija que sirve en parajes africanos para medir el tiempo, así se fue acumulando esta ponchera de humedad y versos, estos Arroyos y Valses de Agua que son apenas una tímida travesía en busca de la terrible conversación ideal: aquella en la que ambas partes únicamente escuchan.
Abel Anselmo Ríos Carmona