Todas las lacras que campean por el mundo no son producto de la humanidad del siglo XXI, sino que se viven desde que el hombre existe. La Biblia lo constata a lo largo de sus páginas, donde revela cómo Dios creó al hombre, a quien dotó de inmensos dones sobrenaturales con los cuales viviría feliz eternamente.
Sin embargo, el hombre dio cabida en su corazón a la soberbia y decidió desobedecer a su Señor, perdiendo los dones que lo habían transformado en un ser sensacional, para dejarlo convertido en el prototipo de la imperfección. Recordemos la frase de san Pablo: "Puesto que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rom 7, 19).
Decidí realizar este trabajo, con el deseo de dar a los lectores la oportunidad de recordar la doctrina de nuestro Señor, que desea llevarnos a su Reino al final de nuestra vida mortal.