Simona, una mujer en la mitad de sus cuarenta, sufre la muerte de su madre, una figura tutelar en su vida que, hasta cierto punto, era determinante para la construcción de su identidad. Este suceso coincide con la llegada de un amor inesperado a su vida. Nora, una fotógrafa de clase acomodada, hace tambalear sus certezas y la fortaleza que Simona creía tener.
Así se dispara una travesía en la que conviven, en simultáneo, las dos acepciones del cortejo —el fúnebre y aquel que precede a toda relación amorosa— para crear una alegoría acerca de los ciclos de inicios, finales, pero sobre todo de transformaciones.
Atribulada, Simona regresa un día a la semana al consultorio de su antigua psicoanalista y, en ese diálogo de intimidad, transita por sus vínculos de infancia, sus duelos y sus amores, mientras habita las nuevas rutas de su deseo y los nuevos vientos de su orientación sexual.