El pecado de Sofía: "Sofía aspiró de nuevo. Era en ella un ademán irreprimible cuando algo la preocupaba realmente. Casi sin querer, entre las volutas del humo que se perdían en el aire, evocó los ojos de Kirk Scott. Unos ojos mirones, pecadores, descarados, cínicos. Ella no podía… No podía, no, rogarle a aquel hombre que apoyara la candidatura de su padre. Sería humillarse demasiado, y prefería humillarse ante un mundo entero a hacerlo frente a aquel hombre que la seguía con los ojos, como si ella fuera un pecado mortal, y aquel pecado le tentara.
No. Antes prefería ponerse de rodillas durante una semana entera ante el mismísimo presidente, que pedirle un favor a Kirk Scott."