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Lenguaviaje: antología

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La piedra de Saturno, que Alberto Durero representó en su grabado de la Melancolía como un poliedro, podría ser el emblema inesperado de la poesía de Augusto de Campos. Aunque perteneciente a un mundo —el renacentista— sobre el que el poeta brasileño ha escrito muy poco, ¿no es acaso la piedra saturniana y melancólica en forma de poliedro la que aparece en el primer verso de su obra, «Onde a Angústia roendo um não de pedra» («Donde Angustia royendo un no de piedra»)? Tensionada entre la angustia y la tekné, entre la geometría y el afecto, entre la negatividad y la invención, la poesía de Augusto de Campos se inscribe en la página como en una piedra en una sucesión de negativas (al mercado, pero también a la soledad) que expone una ética de la invención y la experimentación que todavía no ha cesado. Ya desde el primer verso, la oscilación entre la angustia y la forma como piedra tallada marca una de las obras más articuladas, sólidas y conmovedoras de la poesía latinoamericana. Formado en el Brasil posterior a la Segunda Guerra Mundial, Augusto de Campos pertenece al linaje de poetas que experimentan con el lenguaje desde una perspectiva constructiva. Tanto para él como para sus primeros compañeros de ruta (su hermano Haroldo y Décio Pignatari, con quienes formó el grupo Noigandres, pero también los artistas plásticos del concretismo), el arte y la poesía no son el reino de la confesión espontánea ni del habla de un inconsciente desatado, sino un trabajo deliberado y preciso con la lengua, que busca experimentar a partir de reglas innovadoras.