Mi ayer, al que me referiré en este libro, es 1947, año en el que me gradué. En ese entonces, ser médico significaba haber adquirido los conocimientos teóricos en la facultad y los prácticos en los hospitales. El conocimiento médico avanzaba de a pie y con paso de paseo. Los médicos podían ser clínicos y cirujanos, y abarcar varias especialidades. Ser médico hoy es muy diferente. A la responsabilidad ética de antaño hacia la propia conciencia, se ha sumado la responsabilidad legal respecto de pacientes muchas veces hostiles y estimulados por abogados poco escrupulosos. Mañana (un mañana que ya es hoy) se le añadirá todavía la responsabilidad económica, exigida por quienes gerencian los sistemas de salud. Así, cualquier clínico, además de enfrentar problemas activos de un paciente concreto, deberá enfrentar –ya lo hace hoy–problemas probabilísticos. Ayer, hoy y mañana no son sólo cambios cronológicos, sino también variaciones de pautas culturales. Sabemos que no podemos detener el tiempo; aun así, podemos defender de la erosión las pautas culturales que creemos dignas. Hasta hace algunas décadas, el médico vivía la pauta cultural de la entrega generosa y la sabiduría, que hoy debe cambiar por la de la efectividad y la eficiencia. El esfuerzo debe apuntar, entonces, a conciliar ambas culturas; el desafío es cómo hacerlo.
Alberto Agrest
Sus escritos, que deberían ser de lectura obligada para quienes se dedican a la medicina y más aún para las nuevas generaciones que planean hacerlo, han convertido a Alberto Agrest en un clásico de la reflexión sobre el destino de la medicina contemporánea.