Cuando se conquista la plena maestría del acto educativo, educar se convierte en un viaje a lo más bello de la persona. ¿Y cómo se alcanza dicha maestría? La propuesta de la autora es clara y directa: educar con amor y firmeza. Sin embargo, ¿es esto posible? Descubriremos cómo sí se puede, si colaboramos con el niño, adolescente o joven, ayudándole a tener una experiencia positiva del límite, sin aplicar estímulos dolorosos que cierren los canales de comunicación pero usando la disciplina cuando sea necesaria. Todos somos, de un modo u otro, educadores, y por ello este libro va dirigido, no solo a padres, madres y docentes, sino a cualquier persona que, directa o indirectamente, pueda influir en la posibilidad de ayudar al menor a convertirse en la mejor versión de sí mismo. Se trata de un gran reto al que nos enfrentamos y que buscamos resolver lo mejor posible. Este libro nos aporta herramientas y reflexiones para guiarnos en nuestra tarea manteniéndonos firmes, mientras somos amorosos.