«Daría mi alma por ser siempre joven».
Dorian Gray posee la juventud perfecta, el rostro de un dios antiguo y un alma aún intacta. Pero al contemplar su retrato —un lienzo que empieza a reflejar los estragos de sus excesos—, se entrega a una vida de belleza, hedonismo y destrucción. Mientras su imagen permanece inalterable, su conciencia se marchita en secreto, entre fiestas, susurros y crímenes. El tiempo no pasa por su piel, pero deja huellas indelebles en su alma.
La única novela de Oscar Wilde, en una nueva y vibrante traducción de José Rafael Hernández Arias y con un posfacio del escritor Jorge Dioni López. Más de un siglo después, El retrato de Dorian Gray sigue interrogando nuestro culto a la imagen, al deseo y a la eterna juventud.