La movediza geometría política (y el infinito de sus imaginarios) que intercede entre el teatro politizado y las políticas del teatro mexicano está a prueba para todos los que la integramos, y Rubén Ortiz nos entrega aquí por lo pronto un muestrario de sus testimonios, relativismos y profanaciones. Ponerse a imaginar y escribir políticas públicamente, a transversalizar disposiciones en este caso por medio del teatro trascendido con este habitus de la imaginación, es un desafío hacia las acciones, un urgente duelo entre credos. Siempre buscarán una línea de fuga, una micro‑experiencia imaginada, por ejemplo abrir un sitio virtual o una correspondencia de opinión pública (pienso en el blog La isla de Próspero, la isla vacía, que el autor comparte con Rodolfo Obregón y del cual derivan varios de sus textos), crear un tráfico de referentes entre comunidades de conocimiento, desaparecer como autor en el trazo de mapas afectivos inusitados, dar cuenta de las dispersiones de la experiencia personal a los que vienen (por una pedagogía del investigador‑creador), etc. Este libro es uno de esos movimientos de micro‑experiencia política imaginaria que sobrevivirán. Tal vez en él Rubén Ortiz haya inoculado un criadero de enigmas expansivos que no busca dar respuestas específicas, y mucho menos descartar todas las variables que seguramente su lectura tendrá.