Vivimos rodeados por recuerdos que nos acompañan. Nuestros progenitores y los progenitores de nuestros progenitores, en muchos casos ya muertos, nos acompañan en la presencia de sus legados. En el encuentro con la familia, Carlos Sluzki se permite entramparse en las narrativas que le proponen, serpenteando a travĂ©s de territorios extraños, prestando atenciĂłn cuidadosa a los detalles y agregando notas ligeramente discordantes que introducen ambigĂŒedad en la historia familiar. Otras situaciones presentadas en el libro son mĂĄs complejas, ya que incluyen muchos niveles de trauma social, polĂtico, relacional e individual. Todas estas narrativas tienen en comĂșn la presencia incontrovertible de ausentes, la corporizaciĂłn de emociones intensas, la activaciĂłn de ritos, rituales o silencios que intentan detener el tiempo y devolver la vida a seres queridos ausentes. Tal vez algunas de ellas resuenen al lector con vestigios de sus propias presencias fantasmales, o de algĂșn recuerdo capaz de materializarse, o de las mil y una maneras en las que las fronteras de nuestro self muestran su permeabilidad. Tal vez tambiĂ©n desplieguen muestras del poder de los procesos terapĂ©uticos para anclar o desanclarlas de las tramas narrativas que mantienen su presencia, asĂ como del respeto con que debemos tratarlas, ya que algunas merecen y pueden ser exorcizadas, en tanto que otras retienen su presencia, en general por alguna buena razĂłn. Carlos Sluzki tiene fe en que la familia posee recursos que puede utilizar y en sus intervenciones les otorga su esperanza. En algunas situaciones, su mensaje de "no mates los sueños, puede dañar al soñador" se expande y sugiere, mĂĄs bien, una formulaciĂłn positiva: "cultiva tus sueños, traerĂĄn consigo cambios que querrĂĄs aceptar".