"Hay un instante en los serenos ocasos de verano en que cualquiera dirÃa que los objetos brillan, como si devolvieran parte de la generosa luz que recibieron a lo largo del dÃa. Era entonces cuando Marcelino dejaba lo que estuviera haciendo, se incorporaba, se pasaba el dorso de la mano por la frente y contemplaba el valle a sus pies. Todo relucÃa y resonaba como una campana de luz dorada. También aquel ocaso de julio Marcelino se detuvo y contempló. La casa, el hórreo, el carro, todo resplandecÃa recortado contra el cielo azul profundo donde el primer lucero comenzaba a anunciar la nueva era. Todo menos la gran mancha de sangre en el serrÃn y el cuerpo de su hermano. Pero lo cierto es que no habÃa querido hacerle daño".
Esta bella y sorprendente novela es como un espejo donde nos reflejamos todos. El lector, sea de ciudad o de campo, puede asomarse a un mundo mÃtico, en el que la Historia es solo otra fábula que se cuenta junto al fuego, y limpiar en ella su mirada hasta dejarla tan clara como la de su protagonista.
"La carretera secundaria de la escritura de Manuel Astur atraviesa el amplio territorio de la existencia".
Marina P. de Cabo, Quimera
"En el humor desbordante y en su agudeza, Astur tiene algo de Chesterton o de Churchill, y en algunos párrafos más lÃricos me ha recordado al Céline más intenso".
Antonio GarcÃa Maldonado, El Asombrario