Entre las genealogías construidas en los países hispanos para definir identidades, la barroca ha sido la más duradera, extendida e influyente. Sobre ella se han edificado teorías del Estado y de la cultura con el objetivo nada disimulado de conceder a lo hispano una carta de naturaleza singular y excepcional: la marca de un espacio común en el que el vencedor, el conquistador, creó un nuevo mundo, con sistemas de orden y control que sostuvieran un entramado gigantesco, complejo y variado, pero reducido a un estándar que permitiera la absorción social, la ausencia de conflicto.