Jamey muere algún día en algún lugar del mundo, fruto del acoso en el instituto. Sin embargo, ¿un hecho irrefutable, basado en el dolor, podría ser sustituido por una historia paralela?
Con el telón de fondo de Jorge Luis Borges, que decía que el olvido es la única venganza y el único perdón, Olvido encrespa sus pestañas ante el boudoir victoriano que da al crepúsculo barcelonés. Aquella noche ocurriría el Monster Ball, uno de los espectáculos más esperados del año. En su imaginación pululan las colinas de Valparaíso, impregnadas de densa niebla y viento, de sueños y alegorías añejas, los brazos fuertes de Lionardo recorriendo esas mismas colinas tan suyas, y el planteamiento de por qué ese boudoir revestido de oro y rubíes falsos no brilla en demasía en aquel atardecer.
Más tarde, Olvido no acude a la fiesta y sus amigos irán en su búsqueda en un sueño forjado.
En ese sueño se dará el amor entre Daniel y Alejandro, la perspicacia divina de la monja Aramís, la pasión oculta por la estética de Marisa.
Siguiendo la retórica del absurdo en Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, y contemplando las dimensiones de los laberintos y los espejos de Jorge Luis Borges, los amigos deberán pugnar por no perderse a ellos mismos en la búsqueda, en caso de que toda búsqueda no constituya, per se, en una flagrante perdición.