En palabras de Antonio Muñoz Molina, âcada cuento de Consuelo MartĂnez Reyes contiene un mundo. Cada uno de los mundos estĂĄ conectado con todos los demĂĄs. A cada cuento y a cada mundo le corresponde una voz. Cada voz es distinta, con la diferencia y la singularidad de las voces verdaderas, no las de la escritura, sino las voces de la vida que escuchamos y que nos revelan un carĂĄcter y un alma. Las voces singulares de los cuentos estĂĄn conectadas entre sĂ. Las une casi siempre el desamparo, y tambiĂ©n una efusiĂłn verbal que es la del habla, la de lo dicho en voz alta a alguien o la de lo que no se dirĂĄ nunca, la voz secreta de la conciencia. Cada cuento, cada voz, cada mundo, se van entrelazando entre sĂ para dibujar un mapa que es el de la pĂ©rdida y el destierro, el mapa de los que estĂĄn aquĂ pero estĂĄn allĂĄ, de los que no se han ido nunca de su isla y quieren marcharse, de los que se han ido y no van a volver. El disgusto del que no se va es simĂ©trico al desarraigo del que no vuelve. El habla del que se marchĂł se contamina de otro idioma. Todos los mundos de los cuentos son el mismo mundo perdido: por la separaciĂłn, por la muerte, por la ruptura, por el azar. Junto a la ironĂa estĂĄ la ternura, y junto al desarraigo la Ăntima lealtad. Consuelo MartĂnez Reyes convierte la voz popular en estilo, el habla de su tierra en literatura.â