Necesitamos profesores que sepan explicar las cosas que conocen, que estén a la última en nuevas tecnologías y en novedosas estrategias didácticas y que, además, motiven a los alumnos y que se comporten de manera responsable, justa, respetuosa y empática. En definitiva, necesitamos expertos profesionales que cumplan con la deontología de la profesión docente. Y, sin embargo, ¿son solo así los profesores que necesitamos?, ¿es suficiente con disponer de conocimientos y técnica y con respetar ciertos principios éticos? Algo nos dice que no: también necesitamos que los profesores sepan enseñar más allá del plano académico, que hagan de la educación una maravillosa aventura humanizadora; un auténtico acontecimiento de transformación personal.
La ética del profesorado que aquí se presenta se centra en esta buena influencia educativa y personal que un profesor puede ejercer en los alumnos y que produce dignos y admirables resultados. Este libro no es un recetario: la ética no pretende dar soluciones sino promover una madurez argumentativa. Precisamente, eso es algo en lo que destacan los profesores que consideramos insustituibles, los que convierten la educación en una espectacular obra de arte.