Una narradora que no juzga las relaciones familiares sino más bien ahonda en los sentimientos propios que muchas veces fluctúan entre la culpa y el deseo
Una vida ordenada, limpia, custodiada; la rutina diaria lo abarca todo para Helena, la protagonista de esta novela. Sus hijas, su mamá protectora; su marido, León, tan resolutivo, demandante y exigente, parecen ocupar por entero los espacios. Pero algo sucede en la vida de Helena cuando retoma su vínculo con el arte. Helena vuelve a pintar, un placer que dejó olvidado cuando se casó, y entiende que ya no puede detener lo que se despierta en ella. En su mirada y en su cuerpo. Se obsesiona con las formas, los colores, las texturas, las líneas. Sus pensamientos deambulan entre las luces y sombras de los bocetos que proyecta como si rehiciera en ellos sus vivencias. Helena no puede dejar de mirarlos y mirarse.
Verónica Boix, en su segunda novela, construye una voz narrativa que ilumina pequeños detalles de la vida cotidiana. Lo que escucha, lo que omite, lo que recuerda o finge cada personaje.