Laura Méndez de Cuenca (1853-1928) fue singular en más de un sentido. En el México de finales del siglo XIX, cuyo ideario basado en el orden y el progreso contrastaba con la pobreza y el analfabetismo del noventa por ciento de la población, Méndez fue una persona tan culta como solidaria con su entorno. Profesora y escritora, formó parte del selecto grupo intelectual que encauzó al país, ocupándose de quienes identificó como los más desprotegidos: la infancia, las mujeres y los indígenas.
Fue heredera del positivismo en boga y del liberalismo triunfante tras la guerra en contra del Segundo Imperio. Su reconocida capacidad laboral y su vena cosmopolita la llevaron a vivir en Estados Unidos y en Europa, realizando diversas actividades en representación del gobierno mexicano. Polígrafa, escribió cuentos, ensayos, novelas, poemas y piezas para la escena; también ejerció el periodismo, editó revistas y suplementos literarios e hizo traducciones.
Laura Méndez fue pionera en un campo cultural donde las mujeres que ocupaban el espacio público eran pocas y por lo tanto valientes, pues desafiaron la franca desaprobación que inspiraban entre algunos colegas de pluma. En los ensayos que conforman este libro se exploran algunos de sus textos provocadores, así como sus reveladores nexos con otros protagonistas del ambiente ilustrado finisecular (Manuel Acuña, Porfirio Díaz, Manuel Gutiérrez Nájera, Enrique de Olavarría, Juan de Dios Peza, Guillermo Prieto, Justo Sierra...); también se desarticulan mitos relacionados con el siglo XIX mexicano, como el relativo al supuesto suicidio romántico de Miguel Acuña, o aquel según el cual, durante esa centuria, México no tuvo escritoras de valía.