Otra mujer en su vida: "La voz del hombre era ronca, fuerte y vibrante.
La de ella, ahogada y temblorosa…
—No sé si podré perdonártelo nunca, Helen. Me has conducido a la perdición. ¿Qué hago yo con tu hermana? Es una chiquilla, Helen. Yo tengo treinta años, no la amo. Mi cariño…
—Calla. No puedo consentir que me lo digas. Ahora le perteneces. Es una santa, es bonita, educada y tiene un corazón de oro. Aprenderás a amarla."