La ilustre fregona forma parte de las Novelas Ejemplares, novelas cortas que Miguel de Cervantes Saavedra escribió a finales del siglo XV y principios del 1600. Se publicaron en la editorial de Juan de la Cuesta en Madrid, en el año 1613.
La obra narra la historia de dos jóvenes de buena familia, Carriazo y Avendaño, que abandonan las comodidades que les ofrece su rango social, para lanzarse a la vida picaresca. Es un arranque épico en el que los personajes buscan el aliento de una vida mejor.
En un mesĂłn de Toledo, Avendaño se enamora de Constanza, una fregona o sirvienta. Tras esta escena los dos jĂłvenes deciden detener allĂ su viaje. Con una ambientaciĂłn toledana y pĂcara, Cervantes juega con la dualidad entre la fantasĂa y la realidad. Idealiza, a su vez, algunos elementos de esta obra hasta la exageraciĂłn.
La ilustre fregona es un relato de enredos de Miguel de Cervantes Saavedra con final sorprendente. Invitamos al lector a disfrutarlo.
En Burgos, ciudad ilustre y famosa, no ha muchos años que en ella vivĂan dos caballeros principales y ricos: el uno se llamaba don Diego de Carriazo y el otro don Juan de Avendaño. El don Diego tuvo un hijo, a quien llamĂł de su mismo nombre, y el don Juan otro, a quien puso don TomĂĄs de Avendaño. A estos dos caballeros mozos, como quien han de ser las principales personas deste cuento, por excusar y ahorrar letras, les llamaremos con solos los nombres de Carriazo y de Avendaño.
Trece años, o poco mĂĄs, tendrĂa Carriazo cuando, llevado de una inclinaciĂłn picaresca, sin forzarle a ello algĂșn mal tratamiento que sus padres le hiciesen, solo por su gusto y antojo, se desgarrĂł, como dicen los muchachos, de casa de sus padres, y se fue por ese mundo adelante, tan contento de la vida libre, que, en la mitad de las incomodidades y miserias que trae consigo, no echaba menos la abundancia de la casa de su padre, ni el andar a pie le cansaba, ni el frĂo le ofendĂa, ni el calor le enfadaba. Para Ă©l todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera; tan bien dormĂa en parvas como en colchones; con tanto gusto se soterraba en un pajar de un mesĂłn, como si se acostara entre dos sĂĄbanas de holanda. Finalmente, Ă©l saliĂł tan bien con el asunto de pĂcaro, que pudiera leer cĂĄtedra en la facultad al famoso de Alfarache.
Fragmento de la obra