La pregunta inevitable de la investigación surgió porque los segmentos musculares que conforman las cavidades ventriculares debían contar con un punto de apoyo para poder torsionarse, al igual que un músculo esquelético lo hace en una inserción firme, ¿había entonces un punto de apoyo en el corazón? Si existía, ¿cómo se insertaba el miocardio en dicha estructura? ¿Es posible que el corazón (un músculo continuo plegado en helicoide) se considere desde siempre péndulo en el mediastino, vertical, sin ataduras, cuando todo músculo se halla inserto en algún sitio para cumplir su papel con la fuerza necesaria? Esta situación anatómica sin duda obliga al corazón, del tamaño equivalente a un puño humano, a tener un punto de apoyo para poder cumplir con una función de bomba que impulsa un volumen de 4 a 6 litros/minuto a una velocidad de 200 cm/s contra la ley de gravedad; tener un consumo de solo 10 vatios, y que le permita trabajar en continuidad durante 80 años sin mantenimiento en una tarea ni siquiera alcanzada por máquinas construidas por el hombre. Era evidente que necesitaba de un soporte y esta era la pregunta que esperaba ser indagada.