La esencia que se ha manifestado en el espíritu familiar ha sido siempre a través de las luces del arte en sus distintas vertientes. Con mayor o menor intensidad en los avatares personales de los miembros del clan. Que se destacan o se han destacado en diversas ramas: pirograbado, muralismo, géneros literarios, artesanías. Imbuidos de orientaciones humanísticas, abiertos a lo comunitario en lo que pudiera ser servicio o gratificaciones del espíritu. Por eso debe ser que fue el primer y único título que arribó a mí desde ese inconsciente generacional que nos va dictando. Sumo en lo personal una natural tendencia a la observación del entorno de mi aldea y de mi universo. En este séptimo libro incluyo poemas y prosas, frutos de la intuición calada de mieles o de acíbar, para intentar reflejar en mi particular espejo aquellas manifestaciones de la energía radiante que llegan a mi desde las diversas realidades que percibo. No todo es perfecto, no todo es absoluto, no todo es imposible en el trayecto que la organización del caos hace visible. El espíritu cromático familiar nos va permitiendo encontrar puntas de ovillo desde las cuales buscamos arraigarnos en la vida para proyectar las fluctuaciones del arco iris como lo hacen las gotas de agua cuando la luz las atraviesa. Así, heridos de sensibilidad nos vamos construyendo en el inexplicable tejido de las esperanzas. Y vamos navegando como un velero que se sabe aventado por las brisas que lo llevarán a puerto.