La guerra civil -decía Blas Pascal- es la peor cosa que le puede suceder
a un país. Además de ser un horror moral, representa el mayor fracaso de
una comunidad política. Uso la expresión "horror moral" porque me parece
apropiada para calificar el tipo extremo de padecimientos que provocan las
guerras y porque es consistente con una perspectiva normativa, sensible a
las intuiciones más básicas de la arquitectura moral que los individuos en
general, se presume, compartimos. Sin embargo, la preocupación moral ante
la guerra no impide ignorar ni su "gramática" (Clausewitz) ni su lógica
(Schmitt).
A lo largo de esta investigación, han estado presentes preocupaciones
normativas que acompañan mi deseo de que Colombia llegue a ser una sociedad
bien ordenada, con un Estado de derecho fuerte capaz de garantizar las
libertades básicas, sin competencia armada y con un estilo de desarrollo en
el que la impronta igualitarista del principio de la diferencia esté presente para
impedir las desigualdades injustas. Es decir, aquellas que en la asignación
de bienes sociales primarios como la riqueza, el ingreso y las bases sociales del
respeto a sí mismo, no redundan "en el mayor beneficio de los miembros
menos privilegiados de la sociedad" (Rawls, 1993, p.271).