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A flor de pie

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Las caminatas urbanas, escribe Mauricio Tenorio Trillo, son como la paternidad: el Ășnico pecado cuya condena es mejor que la absoluciĂłn. Un patasuelta empedernido, un pecador, recorre BerlĂ­n, Barcelona y Ciudad de MĂ©xico. Todas se le llenan de recuerdos propios y ajenos. Las ciudades le dicen quĂ© era el mundo, quiĂ©n era Ă©l. BerlĂ­n era y es una banca frente al lago Lietzensee, un ĂĄrbol que habla con el viento, pero tambiĂ©n un polĂ­tico asesinado a pocos pasos y una pastelerĂ­a vienesa en una avenida parecida a San Cosme. Barcelona es experiencia geomĂ©trica y laberinto, mar y montaña, pero tambiĂ©n turistas en patineta y ramblas donde se ofrecen sombreros de charro. La Ciudad de MĂ©xico es reloj chino y Porfiriato, una oficina de correos que es palacio, pero tambiĂ©n un ubicuo olor a Pinol y la "adusta testa de un cerdo" a la que le tiembla el nenepil con cada cumbia.

La caminata sugiere el pasado, pero hincha el presente. Dar fe de la ciudad en movimiento, escribe Tenorio, es escape propio. Para todo andarín, su oficio es consuelo y alivio: perderse, ser otro; la dicha del agotamiento y su consecuencia, no pensar. La tristeza cede ante el cansancio. A flor de pie es paseo alrededor, y también hacia adentro, caminata llena de melancolía y de ternura, de humor y de erudición. Un libro que, como las ciudades, se recorre, pero no se agota. Luis Madrigal