De Nuevo México a Nueva Guinea, de la Amazonia a Corea y de Cerdeña a Mali, estos relatos de Luisa Valenzuela están marcados por la presencia de las máscaras. Buscadas expresamente o halladas de las maneras más azarosas, las máscaras remiten a tradiciones que se pierden en el tiempo, al duelo o la celebración, y necesariamente a un más allá cuyas criaturas se empeñan en intervenir en la vida presente de los enmascarados y su entorno cercano.
Siempre atenta a un posible encuentro con estos enigmáticos artefactos, la autora se sobrepone a los accidentes del terreno, a las distancias y al cansancio con tal de no perderse la ceremonia que ha venido a buscar o de la que acaba de enterarse. Y una vez en el lugar es de todo menos una observadora distante: respetuosa al extremo, desde los espacios que puede ocupar –que le permiten ocupar− anota lo que ve y trata de entender −luego buscará información para atar los cabos sueltos−, pero nunca deja de intentar el diálogo –con gestos, si no hay palabras que sirvan de puente−, el juego, el baile.
Este libro puede leerse como un libro de viajes donde los paisajes y las situaciones están resueltos con pinceladas rápidas, inteligentes, bien elegidas. Y en el momento en que el lector curioso pide más, justo allÃ, Valenzuela ya lo está subiendo a otro avión y contándole que esta vez la historia se sitúa en el extremo opuesto del planeta. El interés –y muchas veces la sorpresa− de cada capÃtulo invita a la búsqueda de información adicional, de modo que el libro puede desplegarse en lecturas infinitas. Los lectores que resistan esa tentación, pueden dar con él una gozosa vuelta al mundo en un fin de semana.