Un dĂa Keawe, nativo de HawĂĄi, decide conocer otras tierras y se embarca en un buque que se dirige a San Francisco, donde se queda fascinado al ver una casa preciosa, cuyo dueño, en cambio, parece triste y solo. Keawe se pregunta cĂłmo el dueño de una casa tan hermosa puede ser tan infeliz. Tras enseñarle su mansiĂłn, el anciano le muestra una botella de vidrio blanco en cuyo interior se pueden ver los colores cambiantes del arco iris, ademĂĄs de un diablillo. Este diablillo le concederĂa cualquier deseo, excepto alargarle la vida. Pero poseer la botella tiene sus consecuencias: si el dueño de la botella muere sin haberla vendido antes se abrasarĂĄ en las llamas del infierno. AdemĂĄs para vender la botella hay que cumplir tambiĂ©n unos requisitos: venderla a un precio menor del que se habĂa comprado, cobrar el dinero en efectivo y con el libre consentimiento del comprador. El primer propietario de la botella fue nada menos que el Preste Juan; tambiĂ©n la poseyeron NapoleĂłn Bonaparte y el capitĂĄn Cook.