En las últimas décadas del siglo XX la cuenca media del río Magdalena era un territorio azotado por distintas violencias protagonizadas por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y fuerza pública. Bajo este espacio incandescente, como durmientes casi imperceptibles, estaban las ruinas de unas estructuras culturales venidas a menos, unas faenas tradicionales apocadas o disminuidas y unas idiosincrasias de provincia derruidas que estaban reducidas apenas a estereotipos que parecieran vivir, en muchos casos, con creencias de otros tiempos.
En estas circunstancias no era extraño encontrar en distintos parajes las trazas bastante tenues de unas figuras que pertenecientes a tiempos mitológicos sostenían algunas de las creencias que tenían las gentes sobre el presente inmediato. Entre esas figuras había una en especial: el indio antiguo, una imagen profusamente intervenida de los pueblos indígenas caribes, la cual aparecía en formas explícitas o implícitas asociada al discurrir persistente de las violencias en la región. Esta figura era el resultado de una mímesis última del hecho colonial en la mitología nacional que en las circunstancias de entonces permitía naturalizar la violencia. Con este hallazgo se inicia una indagación a las profundidades de la memoria, el imaginario y la violencia en Colombia.