Guerra de razas. Negros contra blancos en Cuba. Rafael Conte Mayolino y José M. Capmany
Fragmento de la obra
I. LUCHA DE RAZAS
El movimiento insurreccional cuyas postreras vibraciones estremecen todavĂa las montañas orientales, ha sido un brote racista, una protesta armada de los negros contra los blancos, de los antiguos siervos contra los antiguos señores. Suponer otra cosa, atribuirle otro carĂĄcter, serĂa pueril y absurdo, y acusarĂa un desconocimiento absoluto del mĂĄs trascendental y difĂcil de nuestros grandes problemas nacionales.
No hay que hacerse ilusiones sobre este punto: las dos razas que pueblan la RepĂșblica de Cuba se han declarado recĂprocamente la guerra, han venido a las manos, han hecho correr la sangre; y de hoy mĂĄs, el profundo recelo de los blancos servirĂĄ de contrapeso al odio inextinguible de los negros.
Uno de los dos bandos tiene forzosamente que sucumbir o someterse: pretender que ambos convivan unidos por lazos de fraternal afecto, es pretender lo imposible.
Tal vez hubiera sido esto realizable antes del 20 de Mayo de 1912, porque hasta entonces el negro y el blanco, que en el fondo se detestaban, habĂan logrado mantenerse dentro de los lĂmites de la prudencia; pero hoy, despuĂ©s del choque armado, despuĂ©s de la agresiĂłn brutal y del terrible escarmiento, no es lĂłgico ni humano suponer que la paz, que no pudo conservarse con halagos y promesas, haya de surgir de los campos ensangrentados de la lucha.
En todo caso, los blancos, vencedores a muy poca costa, podremos olvidar; pero los negros, vencidos, humillados, los negros que han sentido de nuevo en sus espaldas el infamante lĂĄtigo del dominador, ni olvidarĂĄn el afrentoso castigo, ni perdonarĂĄn nunca a sus implacables ejecutores.
No es probable que los hombres de color, desalentados por el fracaso, se sientan dispuestos a reanudar inmediatamente la lucha; pero esto no significa ni mucho menos que las brillantes victorias de nuestros soldados en las abruptas serranĂas del Oriente deban considerarse como decisivas.
Todo hace creer, por el contrario, que el problema, lejos de haber sido resuelto, no estĂĄ sino planteado. TardarĂĄ mĂĄs o menos tiempo en surgir un nuevo Estenoz, pero surgirĂĄ; y si para entonces no estamos convenientemente preparados, las consecuencias serĂĄn funestas.