En este libro de Ómar Marino Rodríguez están mínimamente bosquejadas las palpitaciones de las sagas llaneras. La creencia en brujas y tesoros hace parte íntima de nuestra memoria narrativa, y el autor de La magia del abuelo echa mano de ellas para mostrarnos, en un lenguaje intermedio, lo que sería la fuerza de la oralidad y el rigor del idioma escrito.
Quizás haya más de lo primero en sus páginas, pero sin duda antes que quitarle efectividad las cargan de emoción mágica. De hecho este libro es también un híbrido compuesto por dos asombros, el de la infancia y el de la adultez.
Sus escritos se mueven entre dos aguas, la de la fantasía, que involucra sueños y deseos, y la de la realidad, que nombra racionalidades y esperanzas.
El tono narrativo de las historias de Ómar Marino tiene la fantasía de las fabulaciones contadas al aire libre, a tal punto que el lector queda comprometido con su eco: resonancias de músicas pasadas, reverbera- ciones de un paisaje perdido en la remota infancia y el convencimiento tácito de cómo nos movemos en un mundo lleno de afugias alucinantes.
No es un libro inscrito en la línea del realismo mágico pero sus relatos guardan esa doble factura. Tal vez no sea un desacierto semejarlas a un diálogo que se tiene una tarde con un sabio telúrico que pronuncia en Voz alta sus divagaciones de inocencia