Pablo Neruda le dio voz a todo: a la piedra, al serrucho, a la cebolla, a la silla, al caballo, a los tomates, al cóndor y al cordero, al abedul y al arce.
Su voz lo incendió todo con el fuego sagrado: sus días en Temuco, su adolescencia y sus amigos, sus terribles amores, su asombro en el oriente en sus años más jóvenes, la lucha antifascista, su dolor desgarrado y la amargura. El amor cósmico. La fundación de la esperanza.