Teología política e imagen nos pone tras la pista de los orígenes religiosos de nuestros sistemas de dominación. La actualidad de la relación entre los conceptos de la teoría moderna del Estado y algunos conceptos teológicos no solo se debe exclusivamente a que, en su versión secularizada, el Estado parece haber incumplido su misión unificadora, sino también a la inminencia de proyectos teocráticos que resultan tan amenazantes como incomprensibles
Por su parte, la relación entre la teología política y la imagen apenas comienza a explorarse en la academia hispanoamericana. Una de las aproximaciones comunes se centra en la iconoclastia, pero esta es solo una capa superficial del asunto. La imagen es parte obligada del análisis teológico-político debido a que accede a estratos de la personalidad difíciles de alcanzar para un discurso argumentativo. Los teóricos de la imagen, desde Aby Warburg hasta Hans Belting, han mostrado que las imágenes pueden representar estados de cosas complejos sin omitir el pathos que, como padecimiento y pasión, les es inherente. Las imágenes son visionarias, pero también productos ambivalentes del trabajo con los sueños y la cautivación: son satisfacción de deseos reprimidos, así como deformaciones traumáticas de estos. Precisamente por ello son adecuadas como parámetros de lo político.