A su regreso de Milwaukee, el P. José Kentenich nos llamó a ser Corazón de la Iglesia. Ahora, cuando ésta, nuestra Iglesia, ha sufrido tantos embates, ese llamado se hace aún más urgente. Esta tarea requiere de nosotros poner en juego todos nuestros esfuerzos por una renovada y profunda decisión de seguir al padre fundador y vivir de acuerdo a aquellos ideales que él esperaba de nosotros.
La fuerza más poderosa que tenemos es nuestra capacidad de amar y de servir, en unión con aquellos que también buscan hacer brillar la luz de Cristo y de María, en medio del mundo.